Despertarse es la única experiencia que vale
la pena.
Abrir bien los ojos para ver que la infelicidad no viene de la
realidad,
sino de los deseos y de las ideas equivocadas.
Para ser feliz no has
de hacer nada, ni conseguir nada,
sino deshacernos de falsas ideas, ilusiones y
fantasías que no nos dejan ver la situación.
Eso sólo se consigue, manteniéndonos
despiertos
y llamando a las cosas por su nombre.
Ya somos felices, somos la felicidad y el
amor,
pero no lo vemos porque estamos dormidos.
Nos escondemos detrás de las
fantasías, las ilusiones
y también de las miserias de las que nos avergüenzan.
Nos han programado para ser felices o infelices
(según apretamos el botón de la
alabanza o de la crítica),
y esto es lo que nos tiene confundidos.
El darnos
cuenta de esto, salir de la programación
y llamar a cada cosa por su nombre.
Si nos empeñamos en no despertar, nada se
puede hacer.
Si no queremos oír para despertar, seguiremos programados,
y la
gente dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad.
Para despertarse, el único camino es la observación.
El ir observándonos a nosotros mismo, nuestras reacciones,
los hábitos y la
razón de por qué respondemos de cierta manera.
Observarnos sin críticas, sin
justificaciones, ni sentido de culpabilidad,
ni miedo a descubrir la verdad.
Es
conocernos a fondo.
Lo que debemos averiguar es lo que no somos,
para llegar al ser el que ya somos.
Hay un proverbio Chino que dice:
“Cuando el
ojo no está bloqueado, el resultado es la visión.
Cuando la mente no está
bloqueada, el resultado es la sabiduría,
y cuando el espíritu no está
bloqueado, el resultado es el amor”.
Hay que quitar las vendas para ver.
Si no lo
vemos, no podremos descubrir los impedimentos
que no nos están dejando entender.
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