En la ruta hacia la
curación es aceptar la realidad de la situación: Que hemos sufrido una pérdida.
La pérdida es real y resulta importante reconocerla. Sentir es normal.
¡No dejemos de sentir! No reprimamos la ira, la tristeza, los nervios
ni la desesperanza. Estos sentimientos son muy naturales. No disimulemos los
sentimientos, creyéndonos inmaduros o pensando que ese tipo de conducta es
inaceptable. Si tenemos deseo de llorar, ¡hagámoslo! El llanto es una reacción
natural, muy necesaria para curar el cuerpo. De hecho, se ha comprobado
científicamente que las lágrimas de tristeza tienen una composición bioquímica
distinta a la alegría. Por lo tanto, llorar nos ayuda a eliminar ciertos
elementos del cuerpo. Nos purifica el alma.
Es natural que pensemos a menudo en el ser querido que se ha perdido; al hacerlo, a veces los pensamientos se entremezclan con ira. Si nos enfadamos, dejemos que la ira surja sin perjudicarnos, ni perjudicar a otros; dejémosla escapar en alguna actividad física, practicando algún deporte o gritando en un lugar remoto. Es comprensible que sintamos dolor y enojo; es saludable expresar esos sentimientos de un modo benéfico.
Tampoco
debemos calificar los sentimientos. Todos somos individuos; nuestras relaciones
mutuas son siempre únicas. Por lo tanto, cada uno reacciona a una situación de
modo diferente, sobre todo ante una pérdida. No nos juzguemos por lo que
sientan otros. No hay una manera de sentir que sea correcta o equivocada.
También es bastante común que deseemos evadirnos del dolor cuanto antes, por lo que algunos tratan de medicarse con sedantes. A veces son necesarios para lograr un alivio rápido y pasajero. Sin embargo, a largo plazo, las drogas estorban nuestro progreso y esos sentimientos que tratamos de reprimir suelen emerger de un modo u otro.
Se percibe cuando alguna persona no ha elaborado su duelo. El cuerpo lo demuestra, pues lo exterior es espejo del mundo interior. Han reprimido sus sentimientos al punto de perjudicar su salud. El duelo no elaborado los carcome literalmente, y se manifiesta en una miríada de dolencias y enfermedades: ansiedad, obesidad, depresión, alergias, dolores agudos, problemas respiratorios y en algunos casos, cáncer.
Recordemos que cuando perdemos a un ser querido, duele el alma, el cuerpo, los pensamientos y los sentimientos. El pasado con sus recuerdos, el presente por lo que se siente, y el futuro sin esa persona querida que ya no la vamos a tener nunca más a nuestro lado.
Así, no solo se puede llorar, sino que, además, es sano pues el llanto actúa como una válvula liberadora de angustia.
Por lo tanto, a fin de conservar la salud, debemos pasar plenamente por la experiencia del sentir. Los sentimientos son nuestro instrumento de la vida.
También es bastante común que deseemos evadirnos del dolor cuanto antes, por lo que algunos tratan de medicarse con sedantes. A veces son necesarios para lograr un alivio rápido y pasajero. Sin embargo, a largo plazo, las drogas estorban nuestro progreso y esos sentimientos que tratamos de reprimir suelen emerger de un modo u otro.
Se percibe cuando alguna persona no ha elaborado su duelo. El cuerpo lo demuestra, pues lo exterior es espejo del mundo interior. Han reprimido sus sentimientos al punto de perjudicar su salud. El duelo no elaborado los carcome literalmente, y se manifiesta en una miríada de dolencias y enfermedades: ansiedad, obesidad, depresión, alergias, dolores agudos, problemas respiratorios y en algunos casos, cáncer.
Recordemos que cuando perdemos a un ser querido, duele el alma, el cuerpo, los pensamientos y los sentimientos. El pasado con sus recuerdos, el presente por lo que se siente, y el futuro sin esa persona querida que ya no la vamos a tener nunca más a nuestro lado.
Así, no solo se puede llorar, sino que, además, es sano pues el llanto actúa como una válvula liberadora de angustia.
Por lo tanto, a fin de conservar la salud, debemos pasar plenamente por la experiencia del sentir. Los sentimientos son nuestro instrumento de la vida.
Inés Estela López
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