LA AGRESIVIDAD


La agresividad 

Es un componente de la estructura emocional del ser humano, como son el amor, la esperanza, la ansiedad, la tristeza o el miedo. Por eso, es normal que todos nos enojemos de vez en cuando. Si se mantiene bajo control, es posible expresar la agresividad de forma equilibrada y productiva; por ejemplo, puede ser provechosa cuando nos impulsan a superar un obstáculo o un problema.

Pero, también tiene un lado oscuro. Hay quien se enoja con más facilidad, con más frecuencia y con más intensidad que los demás. Si se los provocan, lanzan ataques verbales o físicos, y la ira termina controlándolos, cuando debería ser al revés. Esa reacciones irrefrenable es peligrosa, por lo que se la ha llamado "agresividad problemática". (Define la agresividad como la que "se manifiesta de manera disfuncional y produce grave y frecuentes dificultades en la vida de la persona, afectando su forma de pensar y sentir, su conducta y sus relaciones personales).
Las personas que tienen problemas de agresividad no solo se causan dolor a si mismas, sino también a quienes las rodean. Incluso la más trivial de las cuestiones puede provocar un arranque violento con terribles consecuencias.


Las causas de la agresividad


Son complejas. Incluso los científicos reconocen que no se entienden del todo. En lo que sí concuerdan los profesionales de la salud mental es en que todos reaccionamos a ciertos "detonantes de la agresividad".

Un detonante puede ser algo que nos frustre o irrite, por lo general una injusticia. Otro puede ser una supuesta ofensa, quizás un insulto o una falta de respeto. Una amenaza imaginaría a nuestra reputación o autoridad también puede desatar la ira.

Los detonantes varían dependiendo de la persona, la edad, el sexo y hasta la cultura. Incluso varían las reacciones. Hay quienes rara vez se enojan y, cuando lo hacen, se reponen rápidamente, mientras otros ceden fácilmente a cualquier provocación y se quedan resentidos por días, semanas, meses o hasta años.

Vivimos rodeados de detonantes potenciales. Pero, además, parece que el umbral de tolerancia está disminuyendo. ¿Un factor es el espíritu egoísta del "yo primero", típico de nuestros tiempos. Ese espíritu egocéntrico explica por qué suelen enfadarse las personas cuando no logran salirse con la suya.

El ejemplo de los padres


Los padres ejercen una profunda influencia en el desarrollo de la personalidad de sus hijos durante la niñez y en la adolescencia.

Si un niño se cría en un ambiente hostil, donde los ánimos se caldean por cualquier insignificancia, aprenderá a reaccionar de la misma manera ante las dificultades de la vida. Podríamos compararlo con una planta que se riega con agua contaminada. Crecerá, pero no como debiera; incluso podría sufrir daños irreversibles. La hostilidad es como agua contaminada, y los niños que están expuestos a ella tienden a ser agresivos de adultos.


La masificación

Cuantas más personas vivan apiñada en las grandes urbes, mayores serán los niveles de agresividad y frustración. Los congestionamientos de tráfico son una de las principales causas de ansiedad.

La masificación urbana conlleva otras fuentes de estrés, como son la contaminación del aire, el ruido, la escasez de viviendas, los choques culturales y la elevada criminalidad. A mayor tensión, mayor frustración, mayor agresividad y mayores probabilidades de perder la paciencia.


Un futuro económico sombrío

    
El colapso financiero mundial ha generado estrés y ansiedad por doquier. Uno de los últimos informes de la Organización Internacional del Trabajador (OIT) declaró: "Se ha estimado que actualmente hay más de 210 millones de personas sin empleo en todo el mundo". Lamentablemente, la mayoría de ellos no cuenta con ningún tipo de asistencia social.
A quienes tienen empleo tampoco les va mucho mejor. El estrés laboral se ha convertido en una "epidemia mundial", "Las personas temen perder su trabajo y se han vuelto muy pesimistas". El resultado es que se vive más a la defensiva y son más propensas a discutir con su supervisores o sus compañeros.

Los prejuicios y las injusticias.


La gente se enfurece cuando se topa con barreras que limitan su acceso al mercado laboral, la educación , la vivienda u otras cosas necesarias para la vida.

En algún momento de nuestra vida hemos experimentado esa terrible sensación de injusticia y de prejuicios.

Es lógico que después de analizar todas estas dificultades, tensiones y angustias, es fácil entender por qué se genera tanta frustración entre la gente el simple hecho de realizar sus actividades cotidianas.

El impulso para desahogarse puede ser irresistible.

El filósofo griego Aristóteles usó el término "catarsis" para referirse a la "purga" o liberación de la ansiedad que se conseguía contemplando en el teatro un drama o una tragedia. En teoría, una vez liberada la tensión, el espectador experimentaría una sensación de alivio psicológico.


A principio del siglo XX, el neurólogo austriaco Sigmund Freud propuso un concepto similar. Aseguraba que si una persona reprimía sus emociones negativas, tarde o temprano resurgirían en forma de trastornos psicológicos, como la histeria. Su postura era: desfogarse que reprimir los enojos.


Los investigadores en la década de los setenta y los ochenta, pusieron a prueba la teoría de la catarsis, sin encontrar sustento científico. Los descubrimientos llevaron a la psicóloga Carol Tavris a escribir: "Ya es hora de enterrar de una vez por todas la teoría de la catarsis. La investigaciones no han aportado prácticamente ninguna prueba de que observar escenas violentas (o exteriorizar la ira) eliminen los sentimientos de hostilidad.


El psicólogo Gary Hankins, señaló: "Los estudios indican que entrar en catarsis, o 'abrir la válvula de escape', suele dejarlo a uno más tenso que antes". Tal vez los expertos en salud mental nunca lleguen a un acuerdo sobre este tema.


La mejor manera de evitar decir o hacer algo de lo que después nos arrepintamos es no irritarnos. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero si se puede lograr.

  • Reducir la intensidad del enfado
  • Aprender a relajarse
Un corazón calmado es la vida del organismo y mejora la salud emocional, física y espiritual. Comencemos por aprender técnicas de relajación sencillas para mitigar los sentimientos de ira.

Las siguientes técnicas son muy afectivas para combatir la agresividad provocada por el estrés.

  • Respirar profundo es una de las mejores y más rápidas maneras de disminuir la intensidad del enfado.
  • Mientras se respira pausada y profundamente, repetir una palabra o frase que ayude a tranquilizar.
  • como: "relájate", "déjalo" o "cálmate" ...
  • Tener pasatiempos como: lectura, escuchar música, caminar o alguna otra actividad relajante.
  • Hacer ejercicios y tener una vida saludable.

Modificar las expectativas

Es difícil esquivar por completo los detonantes de la ira, trátese de personas o situaciones. Lo que si podemos hacer es aprender a controlar nuestra reacciones. Para ello se requiere un cambio de mentalidad.


Quienes tienen expectativas muy elevadas por lo común tienen más problemas de agresividad. ¿Por qué? Porque si algo o alguien no está a la altura de lo que esperan, la frustración y la ira se apoderan de ellos. Una manera de combatir ese espíritu perfeccionista es teniendo presente que "no hay nadie perfecto". Si creemos que nosotros o cualquier otra persona, puede ser perfecta, nos encaminamos inevitablemente a la decepción.


No es bueno esperar demasiado, ni de nosotros mismos ni de los demás. Si aparentamos ser lo que no somos, perfectos, viviremos frustrados y llenos de rabia.


Todos los seres humanos somos imperfectos, y por eso a veces nos cuesta controlar la agresividad. Sin embargo, cada uno puede decidir cómo expresará su enojo.


Si mantenemos nuestras emociones bajo control, podremos expresarla de manera constructivas, para beneficios de todos.



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