DIAFREO


El término Diafreo proviene del griego y significa abrir, separar, dejando pasar. 
Es un método que tiene en cuenta la interrelación entre el cuerpo y la psique.

Tenemos todos, salvo alguna excepción, los mismos músculos y los mismos huesos. Sin embargo las formas de nuestros cuerpos son muy diferentes.
Es que la forma de nuestro cuerpo y nuestra actitud corporal dicen mucho sobre nuestra historia. Se han ido moldeando según las diferentes respuestas que cada uno/a de nosotros/as ha generado en el proceso de adaptación y de supervivencia, física y psíquica, al medio social y familiar en el que nos ha tocado vivir.

Nos hemos adaptado:
- Bloqueando algunas zonas de nuestro cuerpo
- Aprendiendo a inhibir ciertas respuestas
- Aislando informaciones conflictivas, que nuestros sentidos nos enviaban
- Cambiando sutilmente una postura, para no sentir más un dolor físico

El precio ha sido:
- La pérdida de la espontaneidad
- La pérdida de nuestra capacidad de respuesta
- La pérdida de la conexión a ciertas áreas de nuestra memoria
- La pérdida de flexibilidad y de ciertos movimientos


Originando todo ello una pérdida, mayor o menor, 
según nuestra historia, 
de parte de nuestra identidad, (la identidad integral).


En Diafreo se busca la armonización integral de la persona. Tomando como base un trabajo corporal, buscando recuperar, mediante la liberación de las tensiones y la conciencia corporal, cada parte de nuestro cuerpo. Liberando las experiencias y expresiones guardadas en las memorias corporales, pretendemos recuperar, además de la salud, los fragmentos de nuestra identidad hipotecada.

TERAPIA CORPORAL DE INTEGRACIÓN
Diafreo-terapia un nuevo enfoque del ser humano

El ser humano se mueve fundamentalmente desde tres instancias: corporal, emocional y mental.
Cuando hay una coherencia entre lo que sentimos, pensamos y expresamos, estamos en armonía.

Podemos decir que así se experimenta la vida en forma de espiral, porque al acabar una experiencia uno se ha enriquecido, y por lo tanto no se encuentra en el mismo punto que al iniciarla.

Es vivir el presente desde la espontaneidad, lo propio, con el espíritu del aventurero, pisando y descubriendo a cada paso terreno nuevo.

Pero puede darse el caso que una persona se sienta bloqueada e incapaz de resolver una situación en el presente. En este caso la persona entra en el estrés crónico y continuo. Cuando esta situación se da, el cuerpo reacciona aumentando la actividad de la musculatura, del corazón y de la respiración. En cambio otros sistemas se deprimen; se puede perder el apetito, la libido (entendida en un sentido amplio) y padecer insomnio. Podemos decir, que el organismo, como conjunto, se alterará y quedará en alerta.

Se instala una lucha interna entre lo querido y lo debido, entre lo espontáneo y lo impuesto.

Las endorfinas anestesian el dolor muscular y, en parte, nos protegen de aquellas sensaciones corporales que están asociados a determinados sentimientos, así como imágenes, recuerdos y pensamientos, que se enlazan con experiencias dolorosas de nuestra vida.
El precio que pagamos es el de sentir un poco menos, pero lo que no percibimos tampoco nos falta.

El cuerpo pierde sus formas armónicas, pierde flexibilidad, fijándose en una actitud corporal determinada, debido a las contracciones de la musculatura motriz y/o lisa que afectan al diafragma y en consecuencia a la respiración que ya no puede hacerse con amplitud y relajadamente.

Una vez que las contracciones quedan fijadas, el cuerpo para mantenerse en equilibrio debe hacerlo con un sistema de fuerzas y contra-fuerzas, que le llevan a tener que compensar, lo cual conlleva un desgaste desmesurado del organismo. Ya no es posible experimentar la vida en forma de espiral, entramos en un círculo cerrado de repetición, hasta derivar en un desequilibrio físico y/o psíquico que con el tiempo puede manifestarse en forma de una determinada patología.


En definitiva es la búsqueda del equilibrio y de la armonía corporal, emocional y energética. 


EL PODER DE LA PALABRA


EL PODER DE LAS PALABRAS "SI" Y "NO"

   ¿Cuándo han dicho "sí" cuando hubiesen querido decir "no"?
Generalmente tenemos miedo a decir que "no" porque no queremos desentonar: si todo el mundo hace algo, ¿cómo vas a decir que no quieres hacerlo? Tenemos miedo a las consecuencias negativas de haber dicho que "no": ¿qué va a decir el otro?, ¿qué va a pensar el otro?, tal vez me retire su amor si le digo que "no quiero" hacer lo que me dice.
   El "no" es necesario y debemos aprender a decirlo con paz; podemos y está permitido decir "no". Decir "no" muchas veces es sinónimo de salud. Sin odios, ni enojos, ni con malos modos, ni en malos tonos, podemos decir "no".
   Cuando no podemos decir "no" es porque no sabemos ni podemos distinguir cuál es nuestra prioridad en la vida, hacia dónde estamos apuntando y cuál es nuestro blanco.
   Las decisiones que tomes van a estar determinadas por el objetivo que quieras alcanzar.
¿Estás apuntando al lugar correcto con tus palabras?
¿Tomas tus decisiones de acuerdo a los objetivos que te propusiste? 
¿o estás viviendo y hablando sólo por hablar y llenar espacios vacíos?
   Cuando uno tiene un blanco correcto puede definir qué es lo que va a aceptar y qué es lo que va a rechazar. El "sí" y el "no" son sólo palabras, sino límites y permisos que nos damos a nosotros mismos.
• El "sí" y el "no" forman parte de toda negociación
• El "sí" y el "no" determinarán tu posición de liderazgo, autoridad y control sobre tu propia vida
• El "sí" y el "no" hablarán de ti mismo, de tus intereses y tus determinaciones
• Un "sí" y un "no" dichos sabiamente y a tiempo te evitarán grandes dolores de cabeza
• Cada "sí" y cada "no" que establezcas determinará una solución o un problema nuevo
• Cada "sí" y cada "no" que emitas sabiamente o no estará acercándote o alejándote de tu éxito
• Cada "sí" y cada "no" que pronuncies te hará mantenerte enfocado


   Cuando sabes cual es tu blanco específico, sabes a qué cosas decirle "no" y a qué cosas decirle "sí". Sabes a quién elegir, con quién hablar.
   Sé responsable. Responsabilidad es saber qué hacer y qué no. La gente se destaca cuando tiene palabra y cumple con lo que promete. Deben creer en ti: que tu "sí" sea "sí" y tu "no" sea "no".
   Y si por un momento dudas acerca de la respuesta que debes dar: tómate cinco minutos o todos los que necesites; antes dar un "si" o un "no" como respuesta, date tiempo, permítete reflexionar para evaluar y decidir. Nadie puede tomar el control de tu tiempo y de tus decisiones. "El otro podrá esperar unos minutos" y una vez que decidas, lo que estés determinado a hacer mantenlo, no lo cambies. Si te equivocas, puedes volver a empezar. ¡Determina un objetivo y cúmplelo! Debes estar respaldado por la verdad y no por la falsedad o la mentira.
   Ser fiel a uno mismo y a nuestras palabras nos convertirá en personas creíbles y confiables, tanto si hemos dicho "sí" como si hemos dicho "no".
   Si quedas en encontrarte a una determinada hora, hazlo, no llegues tarde.
   Si te comprometiste a asistir a alguien en una determinada ayuda, hazlo, no lo postergues ni lo canceles.
   Si firmaste un contrato, cúmplelo. Las palabras tienen valor, seamos fieles a nosotros mismos. No pactes con nadie, sólo contigo mismo, pero una vez que des tu palabra, sé fiel a ella.
   Cuando somos capaces de llevar a cabo lo que hemos prometido, nuestras relaciones, sean familiares, laborales o sociales son cada vez más óptimas. Un hombre fiel a sus palabras es confiable y apto para estar en niveles de poder y liderazgo.


   Controlemos lo que sí podemos controlar: nuestras palabras. Porque aquello en lo que más piensas y de lo que hablas, en eso te conviertes. No funcionemos por emoción, sino por convicción. Hay personas que actúan según lo que sienten: "Me siento mal", "me siento bien". Un día se sienten reyes, y al otro día, insignificantes. El lunes sienten que el trabajo es lo más importante pero el martes lo más importante es la familia; el lunes se casan con alguien porque sienten que lo aman, pero a la otra semana, se separan porque sienten que ya no lo quieren; sienten ganas de tener un hijo pero a la otra semana lo abandonan porque ahora sienten que les arruinó la vida. Es esa gente que vive animada un día y desanimada al otro y de acuerdo a lo que siente es como maneja su vida. 
Son personas que hoy dicen blanco y mañana negro. 

   Tú no te muevas por ideas o estados de ánimos, hazlo por convicción. La convicción es la determinación y la seguridad acerca de algo. El gran problema de la sociedad de hoy es que no tiene gente con convicción.
   No te dejes llevar por tu mente; tu mente es lo más demente que tienes, la palabra de fe es la única y la verdadera.
   Tienes que aprender a frenar tu mente y a crecer. Nadie va a hacer nada por ti, tú tienes que hacer por ti lo que debes hacer. Suelta la palabra y actúa en base a ella. Llénate de palabras de ánimo, de fe.
   Habla con fe. Renueva tu mente, tus palabras se nutrirán de lo que crees. Cree lo que confiesas.
   ¿De dónde sale lo que yo creo? De lo que yo pienso.
   Lo que yo pienso, lo creo; y lo que yo creo, confieso.
   ¿De dónde sale lo que yo pienso? De lo que yo oigo. Lo que yo confieso es lo que creo. Lo que creo viene de lo que pienso.
   No permitas que tus pensamientos te arrastren. No te muevas por lo que sientes. Sé leal a la verdad, a tu convicción y no a tus sentimientos.

Hubo dos hermanos que un día dijeron: "Se puede volar" y todo el mundo se rió. Alrededor del año 1900 construyeron un avión y quisieron levantar vuelo. Uno de ellos lo consiguió, pero el avión se cayó y el piloto murió; el otro hermano enterró al fallecido pero no enterró su sueño y su fe; y entonces volvió a probar. Pasaron doce años y el hermano vivo mejoró su avión y voló sobre Nueva York. Por primera vez el hombre alcanzaba el cielo con una máquina.
"No te muevas por gusto sino por convicción. Convicción no es un rito que se defiende a rajatabla sino que es una verdad divina que se ha hecho raíz en tu vida."



 LO QUE PIDO, ESO RECIBO

   Es común ver a ciertas personas que no pueden ser felices porque no expresan directamente lo que quieren, lo que desean o lo que piensan.
   Piden, desean, anhelan pero no son específicos. Muchos tienen inmensos deseos en su corazón, en su mente anhelan alcanzar metas, pero no pueden ni saben expresarlos. Son esas personas que cuando les preguntas qué es lo que están esperando de la vida, responden "paz, amor, felicidad, salud, dinero". Y esos deseos no son malos, pero son indefinidos, metas abstractas imposibles de evaluar.
   Cuando pedimos, necesitamos ser específicos; sólo así podremos enfocarnos en las estrategias que debemos diseñar para alcanzar nuestras metas. De esta forma estaremos enfocados, y de esta manera podremos poner en acción lo que antes fue un deseo en voz alta.
   Cuando pidas algo, sé específico. No de vueltas. Afirma lo que estás esperando recibir, pídelo y llama a las cosas por su nombre. Si no conoces cuáles son tus derechos, nunca vas a poder pedir bien, como conviene correctamente. A diario nos encontramos con personas que asumen una actitud errónea en el momento de pedir lo que esperan recibir. Y aquí está la respuesta, el porqué unos reciben y otros no. "Pides y no recibes porque pides mal": pides dudando y la duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y llevada de una parte a otra.
¡Pide de acuerdo a lo que estás esperando recibir!
Sin embargo, muchas personas suelen hablar y pedir de las siguientes maneras:
Los que asumen el papel de víctimas: Son las personas que en lugar de pedir: "¿Me compras un helado?", o en vez de decir: "Me voy a comprar un helado, porque tengo ganas de comerlo", dicen:
"Llevo horas encerrado aquí, trabajando, muriéndome de calor, y nadie hace nada por mí."
   Si te identificas con este estilo de personas, piensa por un momento:¿Por qué no mejor pedir las cosas por su nombre y decir: "Quiero un helado"?¿Cuál es el problema de que lo hagas?
   Lo que sucede es que la mayor parte del tiempo pensamos que no tenemos la capacidad para expresar lo que queremos o peor aún, que no nos merecemos aquello que deseamos. Y esto es falso. Todo, aún los aspectos más ínfimos, fue creado para que podamos disfrutarlo.
Los que dan vueltas: Son los que no dicen las cosas directamente. Por ejemplo, en lugar de indicarles a los demás que les gustaría que los visitaran, dan miles de vueltas para hacerles ver que se sienten solos y abandonados.
Los que se “enferman": Es el típico caso de aquellas personas que se enferman cuando están atravesando un problema o una dificultad. Son las que no pueden poner en palabras sus emociones y entonces son sus cuerpos los que deben hablar por ellas. En estos casos es común que manifiesten síntomas como fiebre, dolores de cabeza o mareos, malestares estomacales, que denotarán que algo malo está sucediendo. De esta forma, quienes los rodean se verán obligados a acercárseles y preguntarles qué es lo que les pasa. Estos personajes, en vez de decir: "Me voy una semana de vacaciones porque necesito descansar" o "esta semana no hago nada porque no doy más", prefieren enfermarse para poder estar en cama y justificar un tal vez merecido descanso.
Los que apelan a la comunicación indirecta: Al no poder expresar lo que quieren, envían indirectas y “misiles” todo el tiempo de alguna u otra manera, pensando que alguien entenderá a los golpes” lo que ellos no pueden poner en palabras claras y concisas. Tienes que ser consciente de que “el que pide, recibe”.


   Si uno no puede expresar en palabras todo lo que desea, termina "comiéndose" todos esos sentimientos. Lo malo del caso es que si nos comemos lo que transcurre en nuestro interior, nos estaremos comiendo a nosotros mismos.


   Podemos hablar por emoción, sentimiento, opinión o fe.
   Emoción es lo que siento ahora, sentimiento es lo que vengo sintiendo desde hace mucho tiempo. Los sentimientos muchas veces terminan siendo resentimientos, es decir, sentimientos que evolucionan con el tiempo y que, si no son expresados en palabras como debieran ser, terminan lastimando nuestro cuerpo.
   Necesitamos aprender a hablar y a darle valor a cada palabra que pronunciamos. Las palabras tienen poder para construir pero también para destruir; dependerá de nosotros cuáles elegiremos para comunicarnos. Para crecer y estar sanos necesitamos a aprender a transmitir nuestros sueños, metas y proyectos.
   Es tiempo de bendecir nuestra vida, de emitir palabras de aliento, de sabiduría, de proyección, de poder, de fe, de vida.
   Mientras estemos hablando de vida, nuestros sueños se irán cumpliendo.



LOS "NO" QUE TE SANAN

   "Un "no" pronunciado con la más profunda convicción es mejor y más grande que un "sí" enunciado sólo con el propósito de complacer o, lo que es peor, de evitar un problema" decía Mahatma Gandhi.
   Para tener más salud y más éxito necesitamos decir más "no" a determinados hechos y a ciertos tipos de personas.
   William Ury cita: "El arte de liderar no está en decir "sí", sino en saber decir "no". Muchas veces no logramos decir "no" cuando deseamos hacerlo y sabemos que deberíamos."
   Para superar esta situación, debemos:

   • No idealizar a nadie: al idealizar a la otra persona la estamos colocando en un rol superior mientras nosotros mermamos, haciéndonos de esta manera más vulnerable y quedando expuestos a que el otro pueda herirnos. Si nos conectamos con otra gente, (cualquiera sea el lugar que la persona ocupe) debe ser de igual a igual, porque ponerse “por encima de” es un acto de soberbia y "por debajo de" habilita a que los otros decidan humillarnos. Debemos recordar que todos venimos del mismo tronco y todos nos merecemos las mismas oportunidades.
   • No reaccionar mal ante las palabras de la gente: hay palabras que llegarán para lastimarte y provocar una reacción a ese mensaje que te transmiten. Las personas que pronuncian esas palabras se llaman, en psicología, tóxicas.
Diferentes tipos de personas tóxicas:


  • El ofendido: es el que con una palabra o conducta tuya se ofende y de esa manera manipula. Trasmite el mensaje: "Según cómo te comportes, yo estaré o no", para que los demás queden a la expectativa de sus acciones
  • El que tira y corre: es el que pasa, tira un misil y sigue de largo porque lo único que está buscando es tu reacción.
  • El que triangula: es el que "lleva y trae", te sumerge en el medio de una discusión que no te corresponde para que tomes partido y salgas en defensa de alguna de las partes.
  • El psicópata: es el que felicita y descalifica al mismo tiempo.
  • El reaccionario: le gusta discutir, criticar y buscar que te sumes a él para hacerte perder tiempo.  
   Un consejo: para caminar con salud, no reacciones ante las palabras de la gente. Aprende a:


  • No esperar nada de nadie: si ponemos las expectativas en la gente, sólo obtendremos frustración, porque un día responderá bien y otro día mal. No existe nada más variable que las emociones humanas.
  • No compararte Con nadie: no te compares ni permitas que te comparen porque no necesitas ser como nadie. La persona con problemas de estima vive comparándose: "tú tienes marido, hijos y yo no", "tú trabajas tanta cantidad de horas pero yo trabajo más". Todas las bendiciones tienen un nombre: debes aprender a capturarlas y disfrutar de aquellas que tienes escrito el tuyo.
  • No "fusilar" a los demás: no tomes como personal lo que te digan otros: "Alguien me dijo que aquel dijo que el otro habló mal de mí." Si te rechazan, no lo asumas como personal: existirán cientos de justificaciones posibles a cada accionar. Quizá, la persona que te lastimó fue lastimada, por lo cual herirá a quien sea por su propio conflicto. No te apresures.
  • No da valor al dolor: debemos identificarnos con la felicidad y con el éxito, no con el dolor. No vinimos a este mundo a cargar ninguna cruz ni a pagar ningún precio, sino a cumplir con nuestro propósito y a explotar al máximo todo el potencial del que disponemos.
  • No ponerte en víctima: cada uno tiene el control remoto de sus emociones y pensamientos: decide qué sentir, qué pensar y qué hablar. No entregues el poder de tus sentimientos a los demás, porque si lo haces, serás un títere en sus manos; nadie podrá lastimarte a menos que le des permiso.
  • No querer cambiar a nadie: no gastes tus energías queriendo cambiar a tu esposo, esposa, suegros, hijos, jefes, etc., porque si la persona no quiere, no cambia. La mejor manera de que el otro cambie es no queriéndolo cambiar. Si tenemos en claro y podemos decir "no" a todo aquello que nos perjudicará, si sabemos decir "no" a todo aquello que nos hace ser dependientes de los otros, estaremos listos y preparados para accionar todas aquellas oportunidades que se merecen un "sí". Cuando sabemos decir "no" estamos preparados para defender nuestros propios intereses, lo cual denotará que estamos enfocados hacia nuestros objetivos.

   "La forma como comunicamos el "no" y el hecho mismo de hacerlo, determina la calidad de nuestra vida." 
   Démosle valor a cada palabra que decimos: no digamos "sí" cuando en realidad queremos decir "no", no tengamos miedo a perder ni a dejar de ser aceptados o amados o tenidos en cuenta por saber decir un "no" certero y eficaz a tiempo.
Respetemos cada "no" que digamos.
   El escritor William Ury describe en su libro "El Poder de un no Positivo" los tres grandes dones de un "no positivo":


  1. Crea lo que necesitamos: por cada "sí" importante es necesario decir mil veces "no".
  2. Protege lo que valoramos: el "no" positivo nos permite establecer, mantener y defender los límites críticos.
  3. Cambia lo que ya no funciona: digámosle "no" a la complacencia y el estancamiento de un lugar de trabajo.

   Un primer y certero "no" muchas veces es el principio del camino que necesitamos recorrer para llegar a establecer vínculos interpersonales sanos y acuerdos exitosos.
   Si crees en las palabras que dices a diario y las llevas a acciones concretas, dejarás de vivir de falsas expectativas, de la gente y de las limosnas que puedan darte. Si te aferras a la palabra de fe, comenzarás a ver todos tus sueños cumplidos, harás lo que nunca hiciste y las cosas viejas serán borradas. Todo, de ahora en más, será un hecho nuevo.

LOS OTROS Y YO
  
   ¿Acaso alguna fuente vierte por una misma abertura agua dulce y amarga?, ¿puede la higuera producir aceitunas o la vid higos? La respuesta es "no". Así también es como de una misma boca no pueden brotar palabras de amor y odio. Nuestra lengua es un miembro pequeño pero se jacta de grandes cosas. Enormes incendios son capaces de encender nuestras palabras.
   Permanentemente los seres humanos necesitamos comunicarnos con los otros. A través del lenguaje, de la conversación y de las palabras, podemos dar a conocer cómo nos sentimos, qué es lo que nos está pasando, somos capaces de proyectar, soñar, acariciar, amar, festejar, bendecir, odiar y maldecir.
   Muchos de los errores que hemos cometido se han debido a que no hemos sabido expresar ni comunicar lo que hemos querido decir. Tal vez no supimos elegir las palabras correctas, o perdimos el tiempo en enunciar cientos de ellas, sin darnos cuenta de que en el fondo no estábamos diciendo nada, con lo cual "el otro" no entendió en absoluto nuestro mensaje.
   También puede ocurrir que el otro no registre lo que estamos diciendo por distracción, falta de interés, cansancio, aburrimiento, estrés o simplemente porque nuestras palabras sólo denotan ira, enojo, enfrentamiento o deseo de discutir. La mayor parte de nuestro tiempo no estamos escuchando a los otros, si no que estamos prestando atención a lo que le iremos a decir, aconsejar o contestar, otorgándole así mayor poder a nuestras palabras que a la escucha de los de los demás.



   Sin embargo, saber escuchar resulta mucho más eficaz que verbalizar miles de vocablos sin parar.
   Si pudiésemos prestar atención a lo que los otros intentan decirnos, no sólo lograríamos entenderlos sino que llegaríamos a comprender su interior y sus acciones.
   Todos hemos tomado malas decisiones alguna vez porque nos faltaron palabras de sabiduría. Muchas veces nos "fuimos de boca", dijimos lo que no teníamos que decir por falta de reflexión, y otras tantas veces hicimos lo que no tendríamos que haber hecho. Sólo cuando alguien camina sabiendo qué decir y qué hacer se convierte en una persona sagaz. Sagacidad no implica hacer trampa, no es ser listo, sino que es la capacidad de ser conscientes de las oportunidades que tenemos alrededor nuestro para sacarle el máximo provecho. La sabiduría no se aprende, se entiende.
   Necesitamos aprender a escucharnos primero a nosotros mismos, para así poder ser entendidos por los otros. De lo contrario, sólo viviremos haciendo monólogos que a nadie interesan.


   La comunicación es esencial y primordial en el vínculo interpersonal que establecemos a diario. Comienza por cuidar lo que hablas contigo mismo.
   Podemos enunciar cientos de palabras y no decir absolutamente nada o podemos elegir lo que hemos de decir sabiendo qué es lo que esperamos que estas palabras produzcan en los otros. Comuniquémonos eficazmente.

A continuación, algunos ejemplos de comunicación breve y eficaz:

• El día que Nelson Mandela fue liberado tras 27 años de prisión en Sudáfrica, emitió la breve alocución que señaló el fin del apartheid. Sólo necesitó hablar durante cinco minutos.
 • La oratoria de Winston Churchill ayudó a salvar a Inglaterra de ser vencida en la Segunda Guerra Mundial. La lectura del texto clave completo dura seis minutos.


   Cuando hablemos no lo hagamos por emoción, ni por sentimiento, ni para expresar una opinión ligera, hablemos porque lo que hemos de decir será un canal de comunicación y resolución.
   Hablar no significa imponer nuestra verdad "cueste lo que cueste", sino expresar nuestra perspectiva y dar a conocer nuestro mensaje. Una vez dicho esto, los otros serán libres de aceptarlo o no.
   No dejemos que nuestras palabras nos condenen ni condenen a otros, nos juzguen o enjuicien. Llenémonos de palabras de vida, de pasión, de aliento, de estima, de motivación, de anhelos, de deseos y accionemos de acuerdo a ellas. Aprendamos a hablar en positivo y no en negativo.
   Hablemos claro: 
"Sujétate con fuerza" es mejor que "Ten cuidado de no caerte". 
"Estos son los alimentos que puedes tomar" es más positivo que "Estos son tus alimentos prohibidos". 
"Siéntate aquí" es mejor que "No te sientes tan cerca del televisor".
Nelson Mandela no llamó a sus memorias "Un largo camino para dejar el apartheid", sino "Un largo camino hacia la libertad". Su compromiso no era contra el apartheid, sino a favor de la libertad.
   No hagamos tergiversación con las palabras, otorguémosles valor, convicción y firmeza a cada una de ellas. ¡Construyamos con ellas puentes, no lo hagamos volar por los aires!

"El poder de la palabra" del libro "GENTE TÓXICA"

De: Bernardo Stamateas



LA CENICIENTA QUE NO QUERÍA COMER PERDICES


Este tipo de relato crítico invita a reflexionar acerca del origen de algunas lacras sociales contemporáneas, como puede ser el maltrato en el ámbito doméstico. 

Lo que en muchos casos comienza como una historia de amor posesivo en la adolescencia puede acabar en drama, y no es mala idea advertir y transmitir esta preocupante realidad en cuentos que al menos puedan leer los padres, máximos responsables de la educación de sus hijos.


Este es un cuento para adultos, aunque como apunta Myriam Cameros, "hay muchos niños que quieren saber la verdad y a los que a veces tratamos de forma edulcorada". 
La experiencia con su peculiar cenicienta le ha demostrado que algunos pequeños prefieren la sinceridad del Hada Basta a las fantasías de los bondadosos personajes de ficción de los cuentos tradicionales.

El cuento que desmonta todos los cuentos que nos han contado
“Está dedicado a todas las mujeres valientes que quieren cambiar su vida”

La Cenicienta que no quería comer perdices es un cuento moderno y de corte realista. Nos muestra la situación de mujeres que un día descubren que su vida no es el prometido cuento de hadas que se creyeron.
En la obra se reinventa el cuento clásico de la cenicienta con una protagonista vegetariana y a su vez rebelde.
Con el papel de la mujer relegada a objeto del hombre, víctima de la violencia de género latente en la sociedad, aunando una crítica feroz contra la misma y el papel de la mujer en ella con una visión positiva y holística de metamorfosis.

«Y fueron felices y comieron perdices.»

Éste es el final convencional, pero… ¿fueron felices de verdad?, ¿y si no les gustan las perdices?, ¿será el príncipe tan perfecto como aparenta en el cuento?, y la princesa, ¿encajará bien en su nueva vida?



De: Nunila López y Myriam Cameros