BIOGRAFÍA DE ISADORA DUNCAN


Nació en San Francisco el 27 de mayo de 1878. Bailarina norteamericana, cuyo verdadero nombre era Dora Ángela Duncan. 
La educación era considerada por la figura de la madre como algo primordial, siempre complementado con clases particulares en la literatura, la poesía, la música y las artes visuales. 
A los cuatro años, Isadora comenzó a asistir a ballet clásico, y en su adolescencia se exhibió públicamente junto a los hermanos, acompañados por el piano de su madre. 

La danza tenía una naturaleza rebelde, varios pasos por delante de su tiempo.
Ella se apresuró a cuestionar los parámetros rígidos del ballet clásico tradicional, entonces vigentes. Lo definía como un arte artificial, preocupado demasiado por las simetrías geométricas. Sólo reservando a las mujeres un papel de apoyo y protegidas por los hombres.
 
Revelado una tendencia única con un estilo de coreografía en sí. Ella se inspiró en los movimientos de la naturaleza. Buscando siempre la máxima libertad en la danza y en la vida. Así que optó por bailar descalza y con su cuerpo cubierto sólo por túnicas de seda. Precedió a la ruptura que establecería la base de ballet, con énfasis en la ligereza de este arte, la energía que emana del alma a través de la expresión física, por lo que cualquier adorno innecesario. 
Las canciones elegidas fueron también subversiva, porque en ese momento las piezas de Chopin y Wagner no fueron aprobados para practicar en coreografía, reservado sólo para el oído humano. 
En su autobiografía, titulada 'Mi vida', escribió: "Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas..." Su instinto la inclinó hacia el baile desde niña. Su estilo peculiar de danza, surgido de su propia imaginación, fue muy discutido en su tiempo, por su carácter revolucionario y opositor de la danza clásica tradicional. 


A los diecisiete se dirigió a Nueva York, donde se incorporó a la compañía de Agustín Daly. Al actor y empresario no acabaron de convencerlo los experimentos e innovaciones que Isadora le proponía continuamente, deseosa de llevar a la práctica un nuevo método de interpretar plásticamente poemas por medio de la improvisación, que había concebido ya por aquel entonces. 
Sintiéndose infeliz, la Duncan abandonó la compañía dos años más tarde y partió con su familia hacia Inglaterra, donde se proponía estudiar los movimientos de la danza antigua en los jarrones griegos del Museo Británico. 


Fue una época de formación, de lecturas entusiastas y de ensayo de nuevas danzas; en busca, sobre todo, de nuevos cauces para la expresión coreográfica y de sendas alternativas para profundizar cada día más en su arte.


Los movimientos libres y fluidos que expresaban emociones internas, eran su principal característica. Le encantaban los cánones de belleza de la antigua Grecia. En sus actuaciones siempre descalza, con los pies, brazos y piernas desnudos y su largo cabello suelto. Danzaba con una simple túnica de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo. 
A través de la impresión de su baile suscitó en el coreógrafo de origen ruso Mijáil Fokine, ejerció una enorme influencia en el ballet del siglo XX. 
Hoy es considerada la iniciadora de la 'modern dancenorteamericana' y su figura es evocada con fervor en todos los escenarios del mundo. 


Los éxitos comenzaron a llegar de forma inmediata. Con un estilo basado en la danza de la Antigua Grecia, dio una serie de recitales en Londres que despertaron el entusiasmo hacia su persona. La prensa declaraba: "En esta época actual de elaboración y artificialidad, el arte de la señorita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir." 
Efectivamente, Isadora Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a constreñir los pies en las zapatillas de baile. 

Su método coreográfico era una especie de filosofía basada en el convencimiento de que el baile ponía al individuo en comunicación armónica con el ritmo intrínseco de la naturaleza y los cuerpos celestes.



Isadora no dejó de viajar, reclamada por los mejores teatros. Comenzó a realizar giras por Europa y Estados Unidos dando recitales de danza y estableciendo escuelas cerca de Berlín en 1904, en París en 1914 y en Moscú en 1921.


En París se imbuyó del espíritu de Rodin y de Bourdelle. Más tarde descubrió Italia y el Renacimiento, y se embelesó con el leve y sutil Botticelli, cuya influencia en su arte es palmaria a partir de aquellos años.


Por fin, en 1902, realizó uno de sus sueños: viajar a Grecia y peregrinar a las fuentes del arte de Occidente. Cerca de Atenas, en la colina de Kopanos; la emoción que sintió fue indescriptible. Comprando terrenos para construir un templo consagrado a la danza, pero las dificultades económicas por los ingresos percibidos de sus giras se revelaron insuficientes y tuvo que renunciar a sus deseos.


Con motivo de su primer viaje a San Petersburgo, en 1905, la ya entonces famosa Isadora fue invitada por la no menos célebre bailarina rusa Anna Pavlova a visitar su estudio. Allí tuvo el privilegio de contemplar a la gran diva realizando sus ejercicios. La propia Isadora lo relata en sus memorias: "Encontré a Pavlova de pie con su vestido de tul practicando en la barra, sometiéndose a la gimnasia más rigurosa, mientras que un viejo caballero con un violín marcaba el tiempo y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me senté y durante tres horas observé tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pavlova, que parecía ser de acero elástico. Su hermoso rostro adoptó las líneas severas del mártir. No paró ni un solo instante. Todo su entrenamiento parecía estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimnásticos del cuerpo. La mente debía alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teorías sobre las que yo había fundado mi escuela un año antes. Lo que yo pretendía es que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz." No debe sorprender este completo desacuerdo con las más antiguas normas del ballet por parte de quien concebía la danza como un sacerdocio, como una forma sublime de emoción espiritual y como una liturgia en la que alma y cuerpo debían ser arrastrados por la música para transformarse en puro arte. 



Para Isadora, era el amor a la naturaleza y a la vida lo que había de transmitirse a través del movimiento, siguiendo el ejemplo de las nubes, el mar o las copas de los árboles mecidas por el viento. Enemiga del ballet, al que consideraba un género falso y absurdo, manifestó que la danza debe establecer una armonía calurosa entre los seres y la vida y no ser tan sólo una diversión agradable y frívola. 
Durante esos años, las más importantes ciudades europeas pudieron extasiarse ante la nueva estrella, a la que llamaron "la ninfa". En todos lados tuvo amigos pintores, poetas e intelectuales y estuvo rodeada de admiradores que deseaban conocerla. Apasionada, bellísima y maravillosa, ejercía un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodeaban. 


Tuvo una hija con el escenógrafo británico Gordon Craig y un hijo con el magnate de las máquinas de coser Paris Singer.

Un día, agobiada por los ensayos, confió los niños a la institutriz para que los llevara en automóvil a Versalles. Ella misma relata que quizás tuvo un presagio del drama: "Al dejarlos en el coche, mi Deirdre colocó los labios contra los cristales de la ventanilla; yo me incliné y besé el vidrio en el sitio mismo donde ella tenía puesta la boca. Entonces, el frío del cristal me produjo una rara impresión e hizo que me recorriese un estremecimiento". Minutos después, el auto bordeaba el Sena y, al girar para cruzar uno de sus puentes, los frenos no respondieron a la voluntad del chófer. El coche se precipitó en las oscuras aguas y los dos niños perecieron ahogados.
Isadora declaró: "Si esta desgracia hubiera ocurrido antes, yo hubiese podido vencerla; si más tarde, no habría sido tan terrible, pero en aquel momento, en plena madurez de mi vida, me aniquiló". 
En efecto, la bailarina anuló todos sus compromisos y decidió interrumpir su carrera, dedicándose por entero a la enseñanza y tratando de olvidar su desgracia sumergiéndose en un trabajo agotador. 
Varias veces pensó en quitarse la vida, pero siempre la disuadió la idea de que otros niños, empezando por los alumnos de la escuela que había creado en 1904, estaban necesitados de ella. Comenzó a participar en campañas benéficas y trató de llevar sus enseñanzas a diferentes países, lo que la condujo hasta Moscú en 1921, después de que el gobierno soviético mostrase su interés por recibirla. 


Con el inicio de nuevas peregrinaciones volvieron los romances. En la Unión Soviética conoció a Sergei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revolución de 1917, y se entusiasmó con el ambiente pletórico de ilusiones que se respiraba en el país y que Sergei encarnaba a la perfección. Esenin se enamoró locamente de Isadora y consiguió que ésta renunciara a su propósito, repetidamente afirmado, de no contraer matrimonio. 

Pero su unión resultó catastrófica. Después de viajar por Europa y Estados Unidos, Sergei se hundió en una profunda apatía originada por una fase de infecundidad creativa que achacaba al hecho de vivir lejos de su patria. Lo cierto es que cuando el matrimonio regresó a Moscú, el poeta continuó en el mismo estado y se sumergió de forma imparable en la misantropía y el alcoholismo.

Medio loco, su comportamiento empezó a ser escandaloso hasta para la propia Isadora. Esenin acostumbraba a desaparecer dejando tras de sí un rastro de botellas vacías y muebles rotos. La paciencia de "la ninfa" llegó al límite. A finales de 1924, Isadora, ya divorciada, abandonó la Unión Soviética. Un año más tarde supo, por la noticia publicada en los periódicos, que su ex marido se había quitado la vida.
La aventura rusa de la Duncan no sólo terminó en fracaso desde el punto de vista sentimental. Si bien al principio se había compenetrado a la perfección con sus interlocutores, entusiasmados con la idea de poner en marcha su Escuela de Danza Futura, más tarde esta iniciativa no fue bien acogida por ciertos dirigentes soviéticos que ya empezaban a mostrar los síntomas del anquilosamiento burocrático que luego sería proverbial en el sistema comunista.


De regreso a Europa, tampoco los empresarios capitalistas parecieron entusiasmarse con sus proyectos. Además, sus opiniones ateas, su actitud favorable hacia la Revolución Rusa y su evidente aceptación del amor libre no eran cualidades que la opinión pública occidental, a la defensiva después de la eclosión comunista, valorase positivamente. 
Isadora decidió volver a los escenarios y ofreció una serie de recitales que resultaron un fracaso; el público fidelísimo que hasta la muerte de sus hijos la había llevado en volandas comenzó a fallarle; las salas la recibieron semivacías, silenciosas y heladas. Isadora se refugió en Niza, donde terminó su autobiografía y preparó 'El arte de la danza', libro en el que pretendía ofrecer una síntesis de sus enseñanzas. 
Vivió sus últimos años, alejada de su arte, endeudada, viviendo en hoteles entre París y la costa mediterránea. Sus amigos la convencieron para que escribiese su autobiografía, entre ellos, su amigo, el escritor Sewell Stokes, quien la conoció en el declive. Posteriormente, Stokes escribiría un libro sobre Duncan “Isadora, un retrato íntimo”. La autobiografía de Isadora se publicó en 1927. 
El l4 de septiembre de 1927, decidió dar un paseo en su Bugatti. El dramático accidente tuvo lugar cuando el automóvil recorría veloz la Promenade des Anglais: su largo chal rojo, el mismo que había agitado ante la multitud que la esperaba a su regreso de la Unión Soviética, se enredó en la radial de una de las ruedas posteriores del automóvil; Isadora no pudo liberarse del abrazo homicida y murió estrangulada. Ni siquiera ella hubiera podido imaginar un final más acorde con su existencia extravagante y romántica.


    

Su cuerpo fue cremado y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio de Père-Lachaise (París, Francia).



FRASES DE ISADORA DUNCAN

* Danzar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; usted ama, sufre y siente. ¡Usted danza!

* Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas...

* Si podría decirte lo que se siente, no valdría la pena bailarlo.

* Así, en algunos días imaginativos, mi cerebro es como los cristales de un ventanal, por los cuales viera bellezas fantásticas, formas maravillosas y los más ricos colores. Otros días, veo sólo a través de unos cristales empañados y grises, y todo es un hacinamiento de inmundicia, llamado Vida.

* El arte no es necesario en absoluto. Todo lo necesario para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir es el amor.

* El amor puede ser un pasatiempo y una tragedia.

* Mi lema: sin límites.

* Fuiste silvestre una vez. No te dejes domesticar.

* En la medida en que el sufrimiento de los niños está permitido, no existe amor verdadero en este mundo.

* La mejor herencia que se le puede dar a un niño para que pueda hacer su propio camino, es permitir que camine por sí mismo.

* Si pudiéramos penetrar en nosotros mismos y extraer los pensamientos como el buzo extrae las perlas... ¡Preciosas perlas de las ostras cerradas del silencio, en las profundidades de nuestra subconsciencia!

* Había conocido en mi vida a los más grandes artistas y a la gente más culta y triunfadora, pero ninguno de ellos era feliz, aunque algunos lo simularan. Detrás de la máscara podía adivinarse, sin mucha clarividencia, la misma angustia y el mismo padecimiento. Y es que en este mundo no existe quizá la dicha. No hay sino momentos felices.

* Me dedicaba a leer todo lo que se había escrito en el mundo sobre el arte de la danza, desde los primeros egipcios hasta el día, y tomaba nota especial de todo lo que iba leyendo; pero cuando hube terminado esta tarea colosal, comprobé que los únicos maestros de baile que yo podía tener eran Jean Jacques Rousseau "Emilio", Walt Whitman y Nietzsche.

* ¡Adiós mis amigos, yo voy a la gloria!


Refulgencias de un Ángel.
(Isadora Duncan)

Refulgencias… (I)

Rompe la mañana
Solo luz, ni astro rey, ni argéntica luna
Ella y sus transparencias
El mar, la mar, la travestida
Se escapa de las tenazas de la suave arena
Se mezcla en los pliegos de la brisa
Tutea la espuma, sonriente
Ciegos la ven
Es danza en el aire, es mística teresiana
Un éxtasis pulcro ante los turbados removedores
De ciénaga
Son transparentes sus atavíos y su cuerpo.

Lúcido…(II)

Lúcido mientras porto su cuerpo lucido
Ni ato, ni tomo, ni asomo, ni gesto
Amalgama de ansias, uñas hincadas
Recelo, cresta de un cenit
Nada más besarla, nada más sorberla, nada más
Ella brilla sobre las teclas, chocan las cuerdas
Arroyuelo de manjares disolutos
Desnuda entre bambalinas
Entre cendales de vaporosa nocturnidad
Se revuelve entre las sombras, sisea entre la arbórea selva
De los corazones rasgados, sensibles a la danza.
Cisne níveo e irrepetible. Oh, diosa Isadora.

Tribulaciones…(III)

Danzar, rompiendo voluntades
Subir, tachada, excéntrica, rupturista
Llegar, pétreas escalinatas de afilados sesgos
El abismo, ante tus ojos
Vértigo, poesía enterrada entre paredes nevadas
Vástagos arruinados, sin estirpe
Luchadora, contradictoria, lábaro de generaciones
Curtida piel, lacerada por cilicios
El mar te llama a su oscuro corazón, nada a contracorriente.
Diosa, ya. Nadie podrá escapar a tu sufrimiento.

Ascenso al Domo del Mito…(y IV)

El ave cenit, el arrollador trasiego
El cúmulo de cicatrices, le pudo
Y una Estola, habría de dar cuenta del descenso
Del testimonio arrancado del pecho ensangrentado
Un císneo cuello aprisionado entre los hilos del cómplice radial
Un adiós enmarcado de letras argénticas
Adieu, mes amis. Je vais à la gloire o Je vais à l'amour
No importa, un Adieu en su ascenso, polvo al polvo
Yace el ángel pétreo testigo del otrora cuerpo
Columbario acogedor del Mito…ella fue poco
Ahora lo es todo, nada muere mientras vive en nuestras mentes.

Isadora… Merci Beaucoup.

De Santiago Pablo Romero
(Derechos reservados por el autor)


He capturado este poema del gran poeta Santiago Pablo Romero, que lo publicó en "El día de la mujeres trabajadoras". Sellando con sensibilidad y gran admiración, tan acertada letras, haciéndole homenaje con su hermoso poema. 

Isadora Duncan marcó historia por ser una pionera en todo aquello en lo que creía; por sus ideas anticipadas a su época y por la labor de ser una luchadora fuera de los patrones establecidos de su tiempo. Sin duda una gran mujer que merece este espacio.

Por su memoria y por todo lo que ella simbolizó.



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