EL NIÑO INTERIOR


                                              
Tienes idea de cuántas cosas en tu mente son producto de experiencias que tuviste de niño? Hasta los más pequeños detalles repercuten como martillos en tu vida, sean caricias amorosas de tu madre, palabras positivas susurradas a tu oído aún cuando no podías ni abrir tus ojos. El ejemplo de un padre trabajador y honrado, el abrazo de un hermano protector, las enseñanzas de una abuela, la sonrisa de una tía, hasta desafortunadamente las palabras destructivas pronunciadas delante de uno, las actitudes de víctima de personas que se han dejado derrotar en la vida, el abuso, la violencia, la falta de tolerancia hacia las ideas de los demás, la xenofobia, la religiosidad, el despotismo y tantas cosas más...

Con esto en mente, leí una vez que una de las formas más eficientes para sanar viejas heridas provocadas durante nuestra infancia.
Era precisamente imaginarse hablando con uno mismo de niño y ayudarse a entender la situación. 
La técnica estaba descrita como un diálogo entre nuestro "yo" adulto, sabio, tolerante y amoroso, con nuestro "yo" niño, inocente, juguetón, sin experiencia y sin idea sobre la vida que le espera. 
Literalmente imaginarse que uno toma en brazos al niño que éramos y atravesar con él aquel momento o recuerdo doloroso ayudándolo a entender (o perdonar) desde una nueva y más sabia perspectiva la situación.

A mi me ha resultado de maravilla. Cada vez que tengo un miedo, una idea negativa, algún hábito que quiero cambiar, una debilidad que quiero superar, una limitación que deseo romper en pedazos, busco en mi corazón dónde está el origen de dicho problema. 

Al principio no es sencillo pues realmente nuestra mente es hábil escondiéndonos detalles de nuestra infancia, pero con un poco de práctica y de voluntad es posible rastrear y liberarnos de mucha carga negativa innecesaria.



Poco a poco ahora sin querer, me llegan a mi mente recuerdos que explican algún comportamiento no muy enorgullecedor y soy capaz de verlos desde otra perspectiva, ya sea para perdonarme a mi misma por algún defecto que quiero dejar atrás, o para perdonar a alguna persona que queriéndola o no, infligió un daño en mi.

La clave está en entender que somos libres de dejar atrás estas cargas. Somos libres para perdonar los errores del pasado, libres para recordar porqué somos como somos, libres para superarnos día a día, libres para elegir cómo queremos ser, qué valores abrazaremos y qué ideas obsoletas dejaremos en el olvido.




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