VIDA Y OBRA DE MERCEDES PINTO


Mercedes Pinto Armas de la Rosa y Clós. Nacida en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de octubre de 1883-1876. En 1909 se casa con el catedrático de la Escuela Náutica de las Palmas Juan Foronda y Cubilla, con el que tiene tres hijos y un desgraciado matrimonio. Su boda clausura una época apacible de su vida e inaugura una experiencia matrimonial que marcará su obra y su vida. Las vejaciones que soporta de su marido, diagnosticado de paranoia celotípica, impregnará su actitud ante la vida y los temas dominantes de su obra. Diez años dura esta atormentada convivencia hasta que en 1919, por recomendación médica Juan de Foronda es internado en un sanatorio de Madrid. Esta visita a la capital del país será decisiva para Mercedes Pinto que, gracias al asesoramiento de abogado Rubén Rojo (su segundo marido), conseguirá refugiarse en Madrid con sus tres hijos y entrar en contacto con el mundo intelectual madrileño. Con su segundo esposo tendrá a sus otros dos hijos, Rubén y Gustavo Rojo (actores de cine). 

Allí comienza a escribir en la prensa y entra a formar parte del grupo de mujeres feministas liderado por la escritora Carmen de Burgos, ambas defensoras del divorcio. En 1923 dará una charla en la Universidad Central de Madrid bajo el título “El divorcio como medida higiénica”. Mercedes pidió a Primo de Rivera la supresión de la ley que marginaba a las madres solteras. Esto hizo que el dictador pidiera su destierro.

En 1924 con pasaporte falso huye a Uruguay, acompañada por Rubén Rojo y publica su primer libro de poemas “Brisas del Teide”, permaneciendo en el exilio hasta 1932.

En 1926 publica en Montevideo (Uruguay) su novela “ÉL”, la cual inspira a Luis Buñuel una de sus películas. Posteriormente publica “ELLA”, obra autobiográfica.

En 1930 estrena su obra teatral “Un señor... cualquiera”, donde analiza el conflicto generacional, la infidelidad, los celos y la violencia.

Funda la Asociación Republicana Española en Montevideo y la Asociación Canaria. En 1936 se traslada a La Habana (Cuba). Interviene en programa de radio. Regresa en 1953 a Tenerife por un periodo breve de tiempo. Desde 1943 hasta su muerte en 1976 vivió y escribió en México D.F.

Mercedes Pinto escribió novelas, poesías, teatro, programas radiofónicos y colaboraciones en presa; dirigió su propia compañía artística y sobresalió como conferenciante en diversos países americanos.

Se declaró republicana y feminista. El “Día de las Letras Canarias” de 2009 fue dedicado a su figura.

 FRAGMENTOS DE SUS OBRAS: 

“Cantos de muchos puertos”

“Salí ayer de mi patria, y ni un temblor estremeció mi párpados. 

Y el alma permaneció tranquila sosegada, 
esperando, serena, un horizonte con menos sombras...
Yo considero mi potente esfuerzo
como el del águila caudal, que huyese
de donde el cazador le persiguiera
y va a parar su vuelo, en una roca abrupta en lejanía
que nunca conociera.
¡Y aquél será su nido, y allí tendrá sus hijos,
y sobre aquella roca hospitalaria
creará sus amores y su patria...!
La patria es voz absurda de tiempos medievales.
El estado del alma de los seres dice cuál es la patria.
¡La patria es la que tiende la mano al caminante;
la patria es aquel suelo donde se encuentra redención y aliento;
la patria es una tierra, cerca o lejana,
donde se enjugan lágrimas candentes
y se convierten en ardientes besos...!”
«La patria» 


«Por los hombres cobardes abandonaré mi hogar y mi patria: por aquellos hombres
miserables y ruines que se envolvieron el alma con túnica de mujerzuelas para recibir
al infeliz demente con sonrisas melifluas, y lanzar a sus espaldas murmuraciones e intrigas miserables; perderé tal vez cuanto tuvo mi calor y fue mío.» "ÉL"



Delicada, contundente, sutil y destructiva es la novela Él, donde se narra en pequeños cuadros la vida de la protagonista al lado de su esposo, un hombre esquizofrénico y violento que la mantiene encerrada. Sin añadidos morbosos, ahonda en el alma de una mujer que vive en una sociedad pacata que ve con malos ojos (perspectiva que también comparte su madre) las ligeras críticas que esboza contra su marido. No dispuesta a resignarse a la resignación, que es el consejo general, decide tomar las riendas de su vida.

Era mujer, intelectual, exiliada, canaria y republicana. Tuvo la osadía de pensar diferente, y el valor de actuar en consecuencia. 
Prefería a José Martí antes que a las colonias españolas, a Mateo Morrals antes que a los reyes contra los que atentó en 1906. No son precedentes que faciliten entrar en el círculo de los privilegiados. Pero ése es el exacto lugar que le corresponde. ¿El genio nace o se hace? Ella abarca los primeros veintitantos años de la vida de Mercedes Pinto. Su infancia feliz en Tenerife, arropada por una familia pudiente, respetada y amante, sus incursiones en la religión, en la poesía; las primeras dudas que se despiertan en su inteligencia de niña precoz y vital; los tanteos amorosos; las injusticias; las bajezas humanas. Su matrimonio con Juan de Foronda, al que dedicó el libro Él, que inspiró la película homónima de Luis Buñuel. Pinto nació con genio, y dedicó la vida a fomentar el suyo, y a sembrar en los demás la inquietud para hallarlo en ellos mismo.

“SOBRE LA REFORMA DE LA EDUCACIÓN”

“... El problema se plantea indiscutiblemente de carácter psicológico y ético. Psicológico porque se refiere a la formación del espíritu humano en general y en especial del espíritu en su aspecto pensante, como formador de ideas, juicios, raciocinios. Ideas con alma, con contenido afectivo, con sentido alto y humano, una razón moral. ¿Qué moral? La que cada uno quisiera para sí y para todos los hombres del mundo. No una moral de lo malo y lo bueno encasillados en normas, sino una moral basada en el afecto, en el deseo de comprensión y de mejoramiento.
La enseñanza sería, pues, una moral en acción, traducida en amor al trabajo, en ética profesional, en compañerismo, ayuda mutua, desarme espiritual”.


EL DIVORCIO COMO MEDIDA HIGIÉNICA

Conferencia que dio en Madrid en 1923, refleja su compromiso social. Las ideas expuestas —en la que defendía el divorcio para situaciones como la que la propia Mercedes Pinto padeció directamente— eran demasiado adelantadas para su época y para un país sumamente católico como España.

[…] Yo sé, señores, que esta enfermedad pueden llevarla en sí lo mismo los hombres que las mujeres, pero yo soy mujer y vengo a hablar por ellas. Los hombres casados con una enferma de este género lo tienen todo a su favor: «Pobre hombre —dicen— la mujer es insoportable, es celosísima, es rabiosa, es una fiera; debe estar chiflada, porque hace cosas muy extrañas».
Por fin el marido, acompañado del asentimiento y la conmiseración de los amigos, de sus criados y del mundo, toma a la esposa y la lleva a una casa de salud, o la entrega a sus padres, quedándose él con los hijos, porque la mujer «no anda bien de la cabeza».
Así dicen; y no andar bien de la cabeza es tener celos infundados de un marido intachable, es el enfadarse sin causa, es hacer del hogar una molestia continuada, etc., etc. El hombre pues, está ya liberado.
La mujer en cambio se casa con un hombre sano, del cual puede hasta tener certificados médicos, no tiene tuberculosis ni enfermedades venéreas, sus hijos, pues, serán saludables. Creo además, por habérselo oído a médicos alienistas, que la «paranoia» suele estar oculta en la infancia y en la primera juventud y desarrollarse generalmente cuando las preocupaciones y cargas de la vida se acentúan y pesan sobre el cerebro… es decir, cuando después de casados, y aún después de la primera época, el nacimiento de los hijos y su sostenimiento y educación empiezan a levantar en el predestinado a la locura las aún dormidas preocupaciones.
¿Cómo va un médico que examina la sangre y el pulmón de un hombre a saber que en no lejano día el negro sadismo se levantará cruel y silencioso entre las sombras de la alcoba nupcial?
¿Cómo puede el médico adivinar las torturas a que la infeliz esposa va a verse sujeta? ¿Cómo la verán sus ojos de doctor y humanista con los dedos retorcidos y la garganta doblada bajo las presiones y las mordidas que han de dar al sádico el esperado goce?
Las infinitas crueldades que un enfermo del cerebro puede desarrollar en el matrimonio sólo puede concebirlas la mente más exaltada, los celos más insospechados, las manías más torturantes, los insomnios más tétricos, las bajezas más bochornosas…
Y eso, todo eso que parece ha de ser causa de divorcio, no lo es ni puede serlo, puesto que el Código aprecia como motivo de divorcio aquellos golpes de naturaleza tal que pudieran haber causado la muerte, y una cantidad de testigos que no sean de la familia, ni sirvientes, sino personas de fuera de la casa que hayan presenciado los hechos. De manera que todas las violencias, las torturas y los horrores incontables por asquerosos o brutales que contra su esposa pueden ocurrírsele a un paranoico, no son nada ante las leyes; tiene que esperar que le peguen un tiro… (y no la acierten) para que los jueces piensen que si le acierta… ¡se hubiese quedado en el sitio! Y por lo que se refiere a los testigos, desde luego comprenderéis lo imposible de que ciertos martirios, generalmente de alcoba y nocturnos, tengan testigos, por que no es costumbre que los amigos estén en la habitación a esas horas, y si la esposa grita, ya tendrá cuidado de no volver a hacerlo porque el marido lo impedirá, del modo que pueda, pero lo impedirá.
Además, todo el ambiente que ayudó al esposo de la enferma, al recluirla en un manicomio, o enviarla con su familia, quedándose él con sus hijos, ambiente que le harán también las mujeres que se pondrán de parte del marido, le faltará seguramente a la esposa al tratar de hacer lo mismo. Por regla general, pocas veces llega al público el verdadero aspecto de la horrible verdad.
Un señor discutidor, suspicaz, dispuesto a agriar las conversaciones con frases molestas y hasta llegando alguna vez a una agresión, no es para los ojos de los extraños más que un hombre de mal carácter, o tal vez cuando más «un señor raro»; pero esas gentes ven las cosas de lejos, no saben los disimulos, las suspicacias y los engaños con que esos hombres que no son raros, sino sencillamente enfermos, llegan a ocultar al público completamente las espantosas negruras de su hogar.
Esa locura engañadora, que lleva generalmente al que la padece a ver en los demás maldad y refinada malicia, desprestigia a la esposa del loco, por regla general, y a las iras de éste se les llamará «mal carácter», y a su sadismo exageraciones de la esposa que comprende mal las expansiones de un apasionado, y a sus celos les llamarán «exceso de amor», si es que no —¡lo que desgraciadamente ocurre!—, se vuelve la opinión en contra de la esposa, y dicen que algo habrá en ella cuando él la cela.
¿Qué ayuda puede darnos la justicia? Ninguna; porque la locura por sí no es causa de divorcio. […] 


Epitafio de la tumba de Mercedes Pinto

“Mercedes Pinto vive en el viento de la tempestad,
con el corazón frente al aire, enérgicamente sola.
Urgentemente viva, segura de aciertos e invocaciones
temible y amable en su trágica vestidura de llamas.”
Pablo Neruda



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