EL MUNDO DE NUESTRO SER INTERIOR



       Este mundo está a disposición de todo el que dedique tiempo 
a cobrar conciencia de él. 
Al explorarlo, abriéndonos a nuestro ser interior, 
ponemos una conciencia nueva en todos los aspectos de nuestra vida. 
Comenzamos a llevar, realmente, una existencia más plena 
de lo que imaginábamos, una vida más feliz, como la que uno sueña. 
En el centro de este mundo nos encontramos con nuestra Divinidad 
y contemplamos las ilimitadas posibilidades que forman parte de lo que somos. 
A medida que nos familiarizamos con la utilización de esta sabiduría interior, aprendemos a reemplazar el miedo por confianza en todas las situaciones de la vida. Una vez que hemos llegado a esa parte del viaje, 
jamás podremos ver el mundo físico como antes. 
Resulta muy difícil volver a nuestra percepción anterior de la vida.
   Para cobrar conciencia del mundo interior conviene empezar por una meditación. 
El primer paso es cerrar los ojos y concentrarse en la respiración. 
Al hacerlo notarás que cada inhalación es un don de Dios, 
por lo que merece reverencia y respeto. 
Nunca se sabe qué aliento será el último. 
Al exhalar, piensa en todos los pensamientos innecesarios 
y los sentimientos negativos, las frustraciones y las dudas que albergas, y déjalas ir. ¡Presta atención al cuerpo! 
Percibe cada uno de tus músculos, cada órgano, cada tejido. 
Observa la sangre que fluye libremente por todo el cuerpo. 
¡Siente! Dios no te dio el cuerpo sólo para sustentara tu vida en este planeta físico, sino también para que evoluciones desde adentro 
a fin de convertirse en el ser más espiritual que puedas. 
Por eso debes tener conciencia de todo. 
Cuando abras los ojos, no mires simplemente el objeto que tienes delante. 
Mírala con ojos nuevos: los ojos del alma, los ojos de adentro. 
Usa los ojos como si fuera manos siente la fuerza vital de las flores y los árboles. Sintoniza la vibración de la energía existente en cada criatura viva. 
Estas energías son muy reales, pero no abiertamente obvias. 
Son energías sutiles que sólo puedes percibir mediante los sentimientos.



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