POLVO, CENIZA, NADA



Quiero compartir con todos vosotros un poema que me recitó mi padre cuando yo era una niña, el se lo sabía de memoria y lo escribí. Ha caído en mis manos de nuevo, después de tantos años. Desconozco su autor, pero se que es de los poetas antiguos que nos dejó este legado.
Ahí va papá, por tu memoria. Un ser inteligente, lleno de sabiduría, de conocimientos y de mil historias que contar. La vida y el mundo eran tu gran amor. Yo siempre estaré orgullosa de ti y de todo lo que me enseñaste.




De que te vale
tener esa pompa
y esa grandeza,
si cuando menos lo pienses
la vida vas a perder.

Para que quieres tener
esa riqueza elevada,
la casa bien arreglada,
orgullosa en el vestir;
si te vas a convertir
en polvo, ceniza, nada.

Para que quieres talentos,
tan grandes sabiduría
si te ha de llegar el día
que pierdas el conocimiento.

Para que ese lucimiento,
esa gentiles veladas,
esas prendas esmaltadas
que adornan tu figura
si en la triste sepultura
humo, tierra, polvo, nada.

Hasta con mayor afán,
desprecias a tus hermanos
y a fin miles de gusanos
en tu cuerpo labraran.
Ellos solo quedaran
y tu piel descuartizada
bajo una fosa tapada
para nunca más existir
y te vas a convertir
en polvo, ceniza, nada.

Cuando llegue el momento
no desprecies al abatido
y para mejor querido
da de comer al hambriento,
de beber al sediento,
que en la humanidad creada
en esta vida gloriada
todos gozamos al reír
y nos vamos a convertir
en polvo, ceniza, nada.

Para que lucir brillantes
vestir trajes a la moda
con andares siempre elegante
si al fin las personas todas
irán con los pies por delante.

Cual la juventud dorada,
goza si tienes criada
que te ayuden al vestir
y tener que sucumbir
en polvo, ceniza, nada.

Para que lucir en coche
dándote el gran galardón
cuando toda ilusión
desaparece de noche.

Para que ese gran derroche
de oro y plata mal ganada
y te ríes de la angustiada
vida del trabajador
y somos todo señor,
humo, tierra, polvo, nada.

Desaparece el general,
el rey y el emperador;
el cura y el cardenal,
hasta la princesa real.
La soltera y la casada
la meretriz y la honrada.
Todo el mundo ha de sucumbir
en polvo, ceniza, nada.

No me quejo de mi suerte
porque desnudo nací
y todo lo que adquirí
se acabará con mi muerte.
Se verá mi cuerpo inerte
y mi presencia olvidada;
se acabará mi trovada,
se acabará mi porvenir
y me vendré a reducir,
en polvo, ceniza, nada.

(Desconozco su autor)




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