*Mantengamos la palabra "amable" en nuestra mente.
Algunos de sus sinónimos: bondad, consideración; paciencia, ternura... palabras que se pierden fácilmente en el ajetreo de la vida diaria. Hagamos el esfuerzo de ser amables, inclusive con aquellas personas que no nos caen tan bien.
*Contemos hasta diez si fuese necesario.
Cuando no veamos gritando a alguien sin razón justificado, detengámonos por un momento y preguntémonos si con esa actitud podremos solucionar algo. De esa manera comenzaremos a reconocer nuestras emociones antes de dejarnos llevar por ellas para no reaccionar equivocadamente. La próxima vez contemos hasta diez antes de dejarnos llevar por nuestras emociones para pensar y actuar con conciencia.
*Aprendamos a escuchar nuestro corazón.
Cuando nos encontremos en una encrucijada, preguntémonos si la opción que elegimos puede hacernos sentirnos mejor. Muchas veces experimentamos un doble sentimiento frente a una situación: nuestra cabeza nos dice que hagamos algo y nuestro corazón nos dice que hagamos otra.
*Cultivemos nuestra personalidad.
Reconozcamos nuestras cualidades y hagamos buen uso de ellas. No permitamos que los comentarios negativos de los demás nos afecten o nos impidan compartir lo mejor de nosotros.
*Reflexionemos acerca de nuestro comportamiento.
Dediquémonos un momento al final del día a revisar la actitud que hemos tenido. Preguntémonos en qué momento nos gustaría haber sido amables o más serviciales y pensemos en los beneficios que podríamos haber recibido de las otras personas si hubiésemos reaccionado de otra manera diferente. Propongámonos para al día siguiente mejor actitud y mejor comportamiento.
*Aprendamos de nuestros fracasos
No permitamos que un fracaso nos haga permanecer anclado indefinidamente. Recordemos que las equivocaciones nos enseñan y nos preparan para nuevos retos. Cometer errores es de humanos. Así que una vez que reconozcamos la equivocación, es de sabio corregirlo para superarlo.
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