¿Cómo superar el dolor que nos causan atrocidades?
¿Cómo recuperar nuestro equilibrio mental y las facultades que tenemos para enfrentarnos a las adversidades, sin perder nuestro entusiasmo ni distorsionar nuestra percepción del mundo y de la vida?
Hablar con los demás y escuchar hablar a otros es una actividad humana fundamental. Gracias a la palabra, ningún ser humano es una isla.
Sus vínculos con las imágenes y las emociones nos permiten no sólo liberarnos de escenas y temores que nos turban, sino también compartir nuestro estado de ánimo, aclarar situaciones confusas y recibir e infundir seguridad, compasión, confianza y consuelo.
Las personas que hablan, escuchan y se sienten parte de un grupo solidario superan los infortunios mucho mejor que quienes se encuentran aislados.
Al describir las imágenes y los sentimientos que nos abruman, reducimos su intensidad emocional y minimizamos la posibilidad de que se enquisten y provoquen la disociación de nuestra personalidad, el debilitamiento de nuestro sistema inmunológico o, incluso, una larga dolencia mental.
Cuantas más veces narramos los sucesos y las emociones que nos perturban, más fuerza pierden y menos posibilidades tienen de perjudicarnos a largo plazo.
“La desdicha, como la felicidad, está hecha para ser compartida”.
Por el psiquiatra Luis Rojas Marcos
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