LA VECINA MALVADA


Cuentan que un día, una hija adolescente le dijo a su padre: No soporto más a la vecina, siempre se esta metiendo con lo que visto, con lo que hago, que si salgo que si entro, mis amistades... ¡es que la mataría!

El padre que tenía una droguería le contestó entonces: bueno, si es tu deseo, tengo la solución... si de verdad quieres hacerlo, te daré un spray con veneno para que lo eches por la rendija de la puerta cada noche y en pocas semanas, conforme lo vaya respirando muera.

Pero seria bueno para alejar sospechas, que mientras tanto, hablaras con ella, te hicieras su amiga, la cuidaras, le ayudaras a subir la cesta de la compra y la invitaras a merendar algún día, en suma hacer las paces con ella para que si la policía preguntase a los vecinos nadie sospechara de ti.

Esta bien papá, lo haré, contestó la hija... y empezó a escucharla mas, a compartir con ella alguna que otra confidencia, a ser mas gentil, ayudarla en sus quehaceres, hacerle compañía... todo ello mientras, una noche tras otra, iba echando el veneno por debajo de la puerta...

Un día, cuando llevaba un par de semanas haciendo eso, acudió alarmada a su padre: Papá, papá... ¿morirá la vecina con lo que le he echado?, ¿que podemos hacer para cortar el efecto del veneno? 


Me parece una persona agradable, hasta simpática, me ha dado dinero para el cine, me ha preguntado por como me van las cosas y ya no quiero que muera, ¡hay que hacer algo!

A lo que contestó el padre: No te preocupes, no morirá, el spray que te di era solo ambientador, el veneno solo estaba en ti y ahora lo has sacado de tu vida...



Cuando alimentamos rencores, morimos poco a poco. 
Aprendamos a hacer las paces con nuestros enemigos y a tratar a los demás como queremos ser tratados. 

Al tomar la iniciativa de dar, servir y regalar, sin esperar ser correspondidos, el amor aparecerá en el corazón arrojando el veneno del rencor y el resentimiento de nuestro cuerpo.



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