ESTRÉS


El estrés o tensión es la respuesta inconsciente y natural de nuestro cuerpo ante las situaciones que resultan amenazadoras o desafiantes. 

Nuestra vida y nuestro entorno, en constantes cambios, nos exigen continuas adaptaciones; por ello, cierta cantidad de tensión es necesaria.

Tendemos a creer que el estrés es consecuencia de circunstancias externas a nosotros, cuando en realidad entendemos que es un proceso entre los sucesos del entorno y nuestras respuestas, emocionales y físicas. 

Cuando la respuesta de estrés se prolonga o intensifica en el tiempo, nuestra salud, se puede ver afectada.

La mejor manera de prevenirlo y hacerle frente es reconocer cuándo aumenta nuestros niveles de tensión y a qué estímulos o situaciones.

Las señales más frecuentes son: ansiedad, irritabilidad, miedo, incertidumbre, confusión, alteración... 

Excesiva autocrítica, dificultad para concentrarse y tomar decisiones, olvidos, preocupación por el futuro, pensamientos repetitivos, excesivo temor al fracaso...

Dificultades para comunicarnos, llantos, reacciones impulsivas, risa nerviosa, trato brusco con los demás; aumento del consumo de sustancias nocivas; aumento o disminución del apetito. Y un sinfín de cambios físicos

Los acontecimientos externos como generadores de estrés no necesariamente deben ser muy claros o intensos, sino que pueden “acumularse” en sus efectos hasta que llegamos al límite. 

La manera en que interpretamos y pensamos acerca de lo que nos ocurre afecta a nuestra perspectiva y experiencia de estrés. De manera que con frecuencia es nuestra interpretación lo que genera (o potencia) una reacción negativa, más que los hechos o situaciones a las que nos enfrentamos.

Si estamos siempre agobiados, dormimos poco y comemos de manera desorganizada, probablemente dispongamos de menos recursos para afrontar situaciones difíciles. La clave está en que logremos equilibrar descanso, alimentación, ejercicio físico, trabajo-estudio y ocio.

La cantidad de tensión que cada persona es capaz de tolerar es diferente, y además varía según el momento de la vida, las circunstancias personales, laborales o familiares.

La estrategia para afrontar el estrés es buscar prevenir o reconocer la situación procedente del entorno o bien de nosotros mismos. 

En el caso de que sea inevitable, el desafío consiste en hacer frente a la situación de la manera más saludable posible, lo cual incluye no seguir haciendo aquello que sabemos, por el pasado, que no nos han dado resultados.

Estrategias que han probado ser eficaces, y que pueden ayudarnos a hacer frente a situaciones de mucha tensión.

  • Relajarnos. Realizar actividades que nos permitan renovarnos física y psicológicamente: descansar, vacaciones, deportes y actividades de ocio, técnicas de relajación...
  • Ejercicio. Las actividades físicas como caminar, nadar... reparan nuestras fuerzas y nos reaniman.
  • Mantener una dieta saludable. Evitar la automedicación y el abuso de cafeína, alcohol y comidas copiosas.
  • Se ha descubierto en los últimos estudios realizados que masticar chicle en momentos de más estrés se reducen considerablemente los síntomas, no se sabe si es por la secreción de saliva, el azúcar o por el simple hecho de masticarlo.
  • Ser asertivo. Establecer límites, aprender a decir "no". Suspender las actividades que son menos prioritarias, es decir, “escoger nuestras batallas”.
  • Organizar el tiempo. Priorizar y estructurar actividades e intereses.
  • Intentar mantener perspectivas realistas. (Esperar demasiado de uno mismo o de los demás, exigirse perfección o ser inflexible con las prioridades puede generar mucha frustración).
  • Compartir emociones. Busca alguien con quien conversar y expresar las emociones, tanto la risa como la pena y la rabia.
  • Anticiparse a las situaciones estresantes y preparase para ellas.
  • Imaginemos la situación y practiquemos las respuestas y reacciones, eso nos ayudará a estar preparados.
  • Ordenar nuestro espacio personal. Limpiar y arreglar nuestro entorno para sentirnos mejor. Cambiar el ambiente físico de manera que nos ayude a trabajar y descansar mejor.
  • - Ejercicios respiratorios. El objetivo es ejercer un control voluntario sobre la respiración de manera que la utilicemos como calmante cuando nos incomoden las situaciones de estrés. Está demostrado que una respiración adecuada tiene un efecto calmante sobre la persona que está sometida a ello.
En definitiva es saber escucharnos siendo conscientes, utilizando alternativas inteligentes para tener bajo observación el estrés, no que el estrés nos controle a nosotros.



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